a una desemparada que conocí hace 15 inviernos...
Durante meses, caminé sobre la nieve con dos panes
y un vaso medio lleno de chocolate…
Pero de ella sólo escuché una palabra…
Salía de entre sus dientes humeantes
Sus labios arrugados por la vejez y el frió,
respiraban la última gota de mi dolor
Y así, sabiéndola feliz, me alejaba poco a poco arrastrando mis cadenas…
Atrás quedaba una amiga, la madre Dios…
Ella, la abandonada, vivía a la entrada del tren
pero para los demás esa era la salida a otra vida…
Un día que caminé más rápido que mi alma, no la encontré
jamás volví a ver su rostro
Pero así es mi vida.
La señora de una sola palabra se había ido para siempre…
Cada vez que me detengo sobre la nieve pienso en ella,
Y los huecos de mis zapatos se llenan de su tristeza…
Era una harapienta, pero también era la dueña de un lado de la noche, el más amargo…
Jamás volví a verla…
El desasosiego clavó maderas secas en sus ojos…
Se mudó de estación y ahora es mi sombra
quien le lleva pan y chocolate caliente a su sombra temblando de miedo…
Pero así es mi vida...
Todo al que le doy mi corazón, me da las gracias y se va para siempre…
Evan Lewis
New York City
martes, noviembre 28, 2006
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